viernes, 2 de agosto de 2013

El último baile

Dicen que la noche es el peor momento para la soledad. La mañana y la tarde se pasan rápido, el sol acompaña y la vida bulle a tu alrededor. Pero al llegar la noche todo se acaba, la ciudad descansa y a ti te toca estar contigo mismo.

Y es en estos momentos en los que me da por pensar, por recordar todos los momentos pasados. Me da por pensar en ti, en lo que hemos vivido. Y ¿Cómo no voy a pensar en ti, si al fin y al cabo ocupas gran parte de los pensamientos de mi día a día?. Odio sentirme así, odio sentirte lejos, odio sentirme mal por ello.

No puedo evitar recordar todos los buenos momentos, los viajes, los abrazos, las caricias, el sexo... Todo era maravilloso a tu lado, para mí la vida brillaba un poco más cada vez que sonreías. Creo que nunca has sido consciente de lo muchísimo que has significado para mi. Estar feliz cuando tú lo estabas, estar mal si estabas triste. Querer estar a tu lado siempre. Apoyarte en todo. Ver tu sonrisa cada vez que te llevaba una rosa o un lirio.
Recuerdo perfectamente la última vez que te lleve una rosa. Tú estabas montando la piscina, yo estaba enfadado, el ambiente cargado... Y lo único que quería era arrancarte una sonrisa, y dormir una noche más de tantas abrazado a ti.
A veces pienso que si pudiera volver atrás, aprovecharía tanto cada abrazo, cada beso, cada momento a tu lado.

No puedo evitar tampoco recordar los momentos malos. El dolor, las lágrimas. El pensar que algún día todo cambiaría, que éramos tan perfectos el uno para el otro que tenía que hacerlo. Y seguí esperando el momento. Hasta que lo único que cambió, fui yo.


Ya ves, siempre tiendo a recordar lo bueno. A imaginarme todo como en los cuentos y en las canciones. Que un día aparecerás con un ramo de rosas, y una promesa en los labios. Y que todo será distinto. 
Aunque sé que eso no va a pasar.

No queda noche para más, que un último baile.

jueves, 18 de julio de 2013

Un día como hoy

Una noche como hoy, hace 4 años, escribía una entrada en blog, en una situación completamente distinta a la que estoy ahora pero de mismas circunstancias.

Hace cuatro años, estaba también cerca del mar, con un cigarrillo en la mano, con una noche sin luna y una canción de Sabina. También me sentía devastado y confuso con mi vida.

 Es curioso pensar en cómo ha cambiado mi vida después de aquella entrada. La carrera que en aquellos momentos comenzaba a entrever, ahora está terminada. Antes no le temía a la muerte, ahora lo hago porque me ha tocado más de cerca.Lo que antes era tabaco, ahora es marihuana. Antes me sobraba respirar, ahora lo ansío. Y la vida, aunque dura, me ha hecho madurar, pero no volverme más fuerte que ella.

 En este tiempo he aprendido a (sobre)vivir, a respetar, a añorar, a abrazar, a sentir, a llorar, a creer, y sobre todo, a AMAR. Me he dado cuenta que la mayoría de las letras de las canciones son verdad, que amar duele, pero también recompensa. Que amar duele, pero te enseñar a valorar a los demás. Que amar duele, pero también te cura. Que amar mata, pero también te da vida.

 Para mí es un momento en el que amar, duele, mortifica y embelesa. En el que sin amor, mi vida sería más fácil. En el que sin la persona amada, siento que está vacía.
 Tantas veces ha sido el amor la causa del odio, de la mentira, de la soledad. Tantas, que a pesar del dolor, creo que debo hacer como hace años y romper una lanza en favor de este motor que nos mueve a todos.

 Es muy difícil olvidar a la persona a la que amas. Ya sea un amigo, un familiar, o la persona con la que desearías haber compartido tu vida entera. Porque aunque la intentes borrar de tu mente y alejar de ti, sigue ocupando un sitio en tu corazón. Si la intentas echar, sólo encontrarás dolor. Si la intentas olvidar, dejarás de sentirla, hasta el momento en el que la recuerdes, que volverá con más fuerza aún.
Acéptala, y guárdala esa pequeña parcela en tu corazón. Se la merece.

 ¿Y por qué se la merece, si me ha hecho sufrir? Pues porque también te ha enseñado la lección más valiosa que puedes aprender en esta vida: que eres capaz de amar, de dar tu vida por la de otra persona, que eres capaz de sentir. Y es una lección que nunca se olvida, por más que intentemos hacerlo.

 También es el camino más duro. Existen otros, más sencillos, como el odio, la rabia o la ira. Nadie que te ha entregado esa lección merece ser odiado.
 Así que aceptarlo, llevadlo con vosotros y que ocupe el lugar que merece.

Y por encima de todo recordad algo que os ayudará a seguir adelante:
"Nadie me va a querer más, que yo mismo."